Por: Rev. Pablo Castro Agresott
El Día Mundial de las Misiones es la gran oportunidad de manifestar nuestro afecto, en forma especial, por aquello que está en el corazón de Dios: La obra Misionera.
La manera como el creyente y una iglesia local puede demostrar su profundo amor por Dios, es respondiendo con alma y cuerpo a las Misiones.
No podemos olvidar la inmensa deuda que tenemos con Dios, por aquellos hombres que a lo largo de la historia contemporánea han ofrendado sus vidas por la causa de la predicación del Evangelio de Jesucristo.
Esta Santa Obra del Movimiento Misionero Mundial es insignia de lo que es verdaderamente las MISIONES. Esta Obra es consecuencia del poder de Dios, de la mano del Señor, y de hombres fieles y abnegados, los cuales se entregaron por completo al servicio Misionero, tales como el Rev. Luis M.Ortiz, misionero de corazón que por más de 60 años recorrió los caminos de América y alrededor del mundo anunciando las Buenas Nuevas, junto a su esposa Rebecca.
Es propio recordar aquí en Colombia al Rev. Ciro González, hombre manso y humilde, que tránsito por las grandes urbes, como también caminos escarpados, sin esperar nada a cambio, solo el gozo de ver vidas rendidas a Cristo y el avance de la obra misionera.
Estos hombres nos inspiran, como muchos más, aun entre nosotros, a valorar las MISIONES, reconociendo que nos es dado el privilegio de llevar el nombre de Cristo a todas las Naciones.
Hoy somos inquietados y movidos a avivar la llama misionera, el amor por las misiones, conscientes de que el mundo nos espera, con el mensaje eterno y glorioso de Jesucristo.
Respondamos cual Isaías: “Heme aquí, yo iré, envíame a mi”
Pastor Pablo Castro.
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